miércoles, 22 de junio de 2011

Exclusión, afecto y falta de planificación social tras un “noche sin luna”

Calificativos que en la Colonia denigraban, hoy pueden resultar ser una muestra de cariño


El lenguaje se vuelve canal afectivo y excluyente; todo depende de los interlocutores. La Ley Orgánica Contra la Discriminación Racial altera los roles discriminatorios: el negro discrimina al blanco. La solución al problema puede estar en un cambio de las prácticas sociales.

Nolan Rada Galindo

 “Las razas negras son hijas de las tinieblas, mientras que el hombre blanco es hijo del sol…”, refiere Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de símbolos. La cita va en relación a lo que el negro representa simbólicamente. La segmentación mencionada coincide con la historia, esa que en la mayoría de los procesos ubica al blanco como eje dominante, mientras el negro se encarga de labores poco nobles. En ese marco, el lenguaje como forma de entendimiento y expresión, ha arado la tierra donde reposan semillas de discriminación y aprecio.
La calle como epicentro del habla, expone términos como “mi negro”, “mi color”, “noche sin luna”, los cuales divagan entre el cariño y la exclusión. Esto, en el marco de un país como Venezuela, albergue de múltiples culturas venidas con los años y distintos momentos históricos. En ese proceso, según Carlos Villarino -sicólogo social con estudios en sociolingüística-, el lenguaje como “vehículo fundamental de transmisión de información, conocimientos” también registra cambios, mutaciones.
Refiriendo al lingüista suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913), Villarino explica que el lenguaje posee dos dimensiones: el habla, “aspecto vivo del lenguaje en su discurrir entre las comunidades, las sociedades”; y la lengua, “expresión codificada o la expresión fosilizada de ese habla, la cual se encuentra en los diccionarios, en las gramáticas”. Estos elementos, a pesar de que el primero es consecuencia del segundo, varían de forma inversa. Es decir, la gramática, el lenguaje, se ajusta de acuerdo a las modificaciones que los individuos, a través del habla, realizan.
En este contexto, las palabras como ideas, signos, símbolos poseen cargas semánticas que al ser transmitidas se vuelven mensaje. En el caso de expresiones como “negro”, “noche sin luna”, etc., pueden entenderse como una forma de exclusión, de discriminación: un problema racial y social. Para personas como Manuel Rangel, estudiante de Comunicación Social de la UCV, “es claro que son términos de discriminación; sin embargo, todo depende del tono impreso en la palabra y de la confianza (entre las personas)”.
Villarino lo expone de la siguiente manera: “hay personas que piensan que el lenguaje, como reproduce la estructura social, reproduce también las inequidades o desigualdades sociales; y de que, de algún modo, el lenguaje contiene encapsulado los prejuicios, las actitudes injustas que un determinado sector dominante puede tener respecto a los otros sectores”.
Para el también profesor de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, “algunos también piensan que el lenguaje puede recoger formas antiguas, ancestrales, o centenarias de discriminación por parte de los blancos caucásicos hacia las otras expresiones étnicas”.
En el caso de Venezuela, la anterior referencia se remonta, según la historiadora y profesora de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, Alexandra Mendoza, “a la llegada del europeo a América, porque ellos van a introducir un elemento nuevo: el (hombre) blanco”, estableciendo diferencias entre los nativos y el nuevo individuo que antes no eran tan marcadas.
Sin embargo, el sicólogo social matiza los conceptos expuestos tras aclarar que, ciertamente, el lenguaje puede servir “en algunos casos y ocasiones, para diseminar la semilla de la discriminación; pero, en otros casos, es el propio receptor el que está hipersensibilizado, que está constantemente interpretándolos en términos discriminatorios. Y eso va más allá del lenguaje: tiene que ver con la percepción que el receptor tiene respecto al mensaje”. Para María Sojo, estudiante Universitaria, “muchas veces esos términos son empleados para denigrar al otro o hacerlo sentir menos. Pero, en mi caso, son más como un modismo y como muestras de cariño, de confianza para con quienes se los digo”.
 “Racismo hay”, de acuerdo al profesor Villarino, y éste está presente “en función también de cuáles son las expectativas, las necesidades, las creencias, los deseos de quien está recibiendo los mensajes”. De esta manera, lo entiende Karen Key, estudiante universitaria y quien, cuando niña, sufrió “insultos y burlas” por parte de sus compañeros debido a su color de piel: “ahora ya no me pasa, y si llega a suceder no creo que tenga mayores repercusiones porque he comprendido que debo mi ser a mis valores, más que a mi color”.
El racismo oculto
Según el extracto del sicólogo social Carlos Villarino del libro El racismo oculto de una sociedad no racista, escrito por la también sicólogo social Ligia Montañez, Venezuela es un país racista que no es definido de tal manera. La sentencia parte al haber, según el resumen del sicólogo, “un racismo oculto en la medida en que la población negra o la población afrodescendiente, que era originariamente esclava, cuando obtiene la libertad, queda relegada a los sectores más marginales de la sociedad; quedando siempre en desventaja respecto de población blanca criolla para acceso a fuentes de trabajo, una mejor educación, una vivienda digna”, entre otros beneficios.
Relacionado con la anterior sentencia, la historiadora Mendoza considera que “el propio individuo no está consciente de que la movilidad social no depende ni del apellido ni del color; sino de la preparación”. La historiadora expone que “dentro del venezolano existe cierta conformidad, cierta resignación. El valor al trabajo no se ha asumido como el mejor vehículo para dejar de estar montado en el cerro y tener una vida distinta. Paralelo a eso, hay políticas del gobierno que lo que hacen es alimentar este pensamiento”. Se entrega el pescado; no se enseña a pescar.
Villarino, quien considera el problema como un asunto de discriminación socioeconómica más que racial, enmarcado en la dificultad de acceso a la riqueza; cree que la manera de atacar las posibles discriminaciones o exclusiones generadas a través del habla, es fomentando un cambio en las prácticas sociales del venezolano. Tal modificación, traería consigo cambios en el registro discursivo de la sociedad. “El lenguaje contiene parte de esa discriminación, pero si cambian las prácticas (sociales), los discursos asociados a esas prácticas van a cambiar también”.
Al respecto, Blas Fernández, profesor de Sociopolítica de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, camina en esta misma línea al considerar el problema como “una discriminación socioeconómica que, muchas veces, se ha querido presentar como un problema de razas: que los blancos son los burgueses y los negros es el proletariado”. Para el profesor Fernández, el real problema es la falta de espacios de interacción entre las partes.
Cambian los roles
De acuerdo a los expertos, con la Promulgación de la Ley Orgánica Contra la Discriminación Racial, el 11 de mayo de 2011, se produce un fenómeno curioso: ahora el negro es quien discrimina al blanco. Blas Fernández lo explica de esta forma: “la Ley puede crear recelo al estar privilegiando a un sector de la población. Cuando se crea una Ley, debería ser para todos por igual. No un sector en particular”.
Esta situación, Villarino la ubica desde el año 1998 a través de las políticas del Estado: “(la promulgación de la Ley) lo que viene a hacer, de algún modo, es darle un cariz de legitimidad. Con esto no estoy diciendo que no haya una deuda histórica con una población que ha sido históricamente maltratada. El asunto es que esto ha derivado, y puede seguir derivando, en una inversión del racismo, de los valores, o de las valencias de una práctica que es igualmente racista”.
Para evitar que tal giro del problema continúe, según Fernández, se debería “más que hablar de una ley de afrodescendencia, hablarse de una Ley de Ciudadanía, de recobrar los valores ciudadanos. Lo que está en crisis son los valores ciudadanos”. Sobre este aspecto, Villarino aporta otra posible solución: “hay que trabajar en la dirección de que estas formas de exclusión se reduzcan hasta donde sea posible. Hay dos grandes vías para esto: nivelar hacia abajo o nivelar hacia arriba. Nivelar hacia abajo es más fácil. Es decir, quitarle al que posee es más sencillo que empoderar al que no posee, darle un poder real que le permita un crecimiento autonómico, independiente del estado”.
Interrogado sobre cuál de las formas es más conveniente socialmente, el sicólogo social considera que, “con toda seguridad”, igualar hacia arriba conviene más porque se busca la excelencia, potenciar las virtudes de la sociedad. Mientras que igualar hacia abajo, como menciona, es establecer patrones que terminarán “reduciendo la calidad” del producto final.
Sobre la situación socioeconómica de Venezuela y la discriminación, las Naciones Unidas, durante la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, el 1 de noviembre de 2005, expresa en el artículo 17, referente a los  Motivos de Preocupación y Recomendaciones, su “preocupación ante la persistencia de desigualdades socioeconómicas profundas y estructurales…”.
El organismo también recomienda al Estado venezolano “intensificar sus esfuerzos para mejorar la situación en cuanto a los derechos económicos y sociales de los afrodescendientes y de los indígenas, tales como el derecho a la vivienda, a los servicios de salud y saneamiento, al trabajo y a una nutrición adecuada, con el fin de combatir la discriminación racial y eliminar las desigualdades estructurales”.
Para el profesor Blas Fernández, “eso (el problema) va más allá de políticas a corto plazo. Es de planificación de país, pensar un proyecto de desarrollo de país. Lo que se ha hecho es segmentar la población por su condición socioeconómica”.
Tal planificación, según los expertos consultados, debe tener como eje la educación. Desde ahí, deben delinearse las características del lenguaje usado por las generaciones futuras que, teóricamente, podrían reducir la magnitud del conflicto. Es este pilar el que contribuye a la formación de ciudadanos, siempre y cuando se piense en “nivelar hacia arriba” en pro de enriquecer las virtudes sociales.
Estos aspectos se pueden explicar a través del imaginario de José Ignacio Cabrujas, quien el 12 de enero de 1995, en una conferencia dada durante el ciclo La Cultura del Trabajo, expuso lo siguiente: “Venezuela, en ese sentido, es un pueblo especial dentro de nuestro continente; es un país que no ha tenido la consciencia de su propia historia, es un país es gestación. Venezuela es una país no posicionado, nadie en el mundo sabe qué quiere Venezuela, qué proyectos, qué ambiciones, qué deseamos”.

martes, 21 de junio de 2011

El código mutante de la jerga carcelaria

El “malandreo” permea el vocabulario común de los jóvenes urbanos

Aun cuando desconocen sus significados y de dónde provienen, los jóvenes de la cultura urbana lo utilizan como modo de expresión y búsqueda de aceptación social. Una especie de código Lingüístico propio que tiene su génesis en la decadencia carcelaria y en la calle de los barrios como lenguaje dialogístico de supervivencia e identidad.
  
Gerhard Weilheim

Tras el portón principal de barrotes desgastados por el tiempo, la entrada presenta el infierno con un grafitti a marcador, mal puesto y bien criminal, que dice: Bienvenidos a la legión del mal. Esto fue lo primero que se topó Carlos “Budu” Pérez cuando visitó La Planta. “Medio palo. Cuando tu llegas y lees eso, tú dices: mire mi amigo aquí esta mierda se hizo pa´ los hombres. Allí tienes que estar preparado para todo, estar preparado mentalmente para llegar allí y morirte. Si el tipo que lleva la luz, el mismo que lleva el carro allí adentro, te dice que tienes que hablar claro, tienes que hablar claro en ese momento. Todo en la prisión, hermano, es comprometedor”.

Humberto Padro, abogado penalista
Según Humberto Prado, abogado penalista, director del Observatorio Penitenciario especializado en el área de Derechos Humanos, las cárceles no son un mundo diferente al nuestro, lo que pasa es que allí hay una cultura totalmente diferente a la de la sociedad civil. “Y cuando se habla de la forma de comunicarse, los estilos, la expresión verbal y corporal, cada penal se comunica de una manera diferente no solamente en el lenguaje directo, entre ellos, sino que también desde lejos de un anexo a otro. Por ejemplo con un aullido o mediante el movimiento de las manos con paños. Cada uno de ellos sabe qué quieren decir”.

El que entra a prisión debe saberse conducir para no comerse la luz, comenta “Budu”, quien conoce de cerca a varios “convives encanados” que son voceros de esta subcultura urbana. “Cuando llegas a la prisión tú no tienes que estar viendo lo que tú no tienes que ver, hay que saber hablar y estar concentrado en lo tuyo. Hay mucha gente que habla y se compromete, la palabra allá adentro es una vaina que se respeta burda y por eso ha muerto más de uno”.

Los jóvenes trasgresores en búsqueda de aceptación social tienen un código que los identifica como grupo. Según la Dra. Giovanna Aquino, Jefa del departamento de Lexicografía del Instituto de Filología “Andrés Bello”, esta forma de expresarse es propia de cualquier grupo social en el que la supervivencia depende de la unión. “En este caso, los reos en las cárceles crean un código secreto para que los que estén del lado de afuera no los entiendan, le dan a las cosas un nombre que solo ellos pueden entender. Ahora, cualquier código secreto tiene una vida efímera porque se va permeando una vez la gente va saliendo de allí, los familiares escuchan, los policías escuchan y poco a poco eso se va colando”.

Esa manera de hablar llega a las calles y es adoptada por grupos de jóvenes como jerga y modismos. Por lo general están cargados de sentimientos antiestablishment que les sirve como agente de socialización. Su manera de expresarse y sus pautas de comportamiento los identifica con lo que es su versión de los valores y antivalores. “¿Por qué llega a los jóvenes y no a personas de cualquier edad? Fundamentalmente, porque los jóvenes se especializan ancestralmente por crear un código propio que los diferencie de los adultos, en la época de la adolescencia los muchachos quieren ser diferentes y por querer ser diferentes son todos iguales pero diferentes al resto”, argumentó la Dra. Aquino para entender ese fenómeno.

La diferencia de la jerga de la calle es que tiene un código propio, pero no necesariamente secreto, ya que es compartido por mucha más gente y puede ser utilizada por personas dentro y fuera del barrio, así como entre un barrio y otro. Mientras que el código secreto carcelario no se puede compartir porque deja de ser secreto, ellos tienen que comunicarse de manera que el resto no los entiendan. 

Algunas de las armas que acompañan al verbo
Bajo la óptica de Prado, el modo de hablar de la subcultura carcelaria viene de diferentes partes. Los modismos utilizados en las barriadas se construyen con la influencia de inmigrantes de Colombia, Ecuador, Bolivia, El Salvador, México y otros países, mezclándose en un lenguaje común latinoamericano. “Tú por lo menos vas al barrio de las Malvinas del Valle y te encuentras allí un lenguaje muy común. En San Agustín del Norte, en Marín o si te vas a la Bombilla en Petare, encuentras otras maneras de expresarse y precisamente cuando todos esos grupos convergen internamente dentro de una cárcel, entre todos van armando un lenguaje propio”. 

Visitas entran, visitas salen. Allí la gente no puede estar hablando libremente y todo se maneja por códigos que van cambiando una vez descubren sus significados. “Hay llamados que tienen que ver con la comida, cuando ingresa La Guardia Nacional, La Guardia Civil o abogados, ellos tienen un llamado para que todo el mundo esté alerta de quién está entrando a las instalaciones”. Para ellos, Culebra es la Ley del más fuerte. En esa representación los arquetipos relacionados con la muerte, el respeto, la amistad, el amor, el futuro, las creencias en Dios o del bien y el mal tienen un significado totalmente distinto.

Para Mariela Cisneros Estudiante de la Maestría de Lingüística y Profesora de Filosofía UCV el tema de permeabilidad de las jergas entre el barrio y las cárceles se puede explicar ya que la mayoría de los presos vienen de las barriadas de las zonas populares. Y ellos no pueden crear todo un lenguaje, el lenguaje está arraigado en alguna parte. “Me imagino una vez que los presos van entrando se van empapando del lenguaje que utilizan el resto de sus compañeros y van creando sus propios códigos. Es la evolución del lenguaje pero en chiquito y rapidez por necesidad social”. 

Entre tanto, agrupaciones de Hip Hop como “Tres Dueños” y “Guerrilla Seca” se han convertido en embajadores de una movida que se expande como pólvora con líricas develan parte de “código secreto” de la jerga carcelaria.

Carlos Pérez, Budú.
Hoy en día es común escuchar los gritos de cada pabellón en las calles. Hasta hay una changa Tukki que contiene el grito de guerra de uno de los grupos de la prisión “Los Macacos”: ¡Yah, yah, yah… Uhhh! Según comenta Budu, “esa frase la dice ahorita todo el mundo. ¡Claro!, se puso de moda y todo, pero esa la utilizan los tipos dentro de la prisión cuando la vaina está fea, cuando se va a prender un Para pan pan y que venga todo lo que venga”. En la prisión hay otros grupos que se hacen llamar La Corte Negra, Los Maguila, El Barrio Chino y Los Vikingos. “Cuando se va a prender algún problema y la cosa se pone candela, desde su pabellón sueltan el grito de guerra para ir con todo. Por lo menos, los del Barrio gritan burda, así como: ¡Barrio… no somos de juguete y tal, yah yah yah!, son unos gritos bandera”.
Una buena manera de explicar el fenómeno según José Manuel Estévez, Sociólogo en el área de Teoría Social y Profesor de la UCV en el programa Samuel Robinson de la Escuela de Sociología. “Hablar de jergas es algo muy propio de grupos muy pequeños, de sectas o grupos muy cerrados que utilizan el idioma para comunicarse entre ellos. La jerga carcelaria nace para comunicarse entre ellos y evitar que el custodio los entienda. Lo interesante allí es como el idioma se convierte en un elemento dinámico, el preso cuando sale a la sociedad sigue manejando esa jerga y poco a poco la va difundiendo”.

Es difícil rastrear de donde salen determinadas palabras, frases o jergas, ya que tanto el idioma como el barrio son extremadamente móviles. “Tendemos a pensar que el barrio es uno solo y no es así, el barrio tiene una dinámica, hay estratos y clases que se están moviendo. Súmale el componente de inmigración donde es casi natural que las primeras palabras que se aprende un extranjero son las de uso común y las grocerías inclusive antes de dominar el lenguaje formal, porque es el lenguaje que se usa”.
 
Paradójicamente, en Venezuela, este tipo de jerga se utiliza como marca de estatus, a tal punto que se escucha en la música de los diversos movimientos culturales y hasta en la publicidad. Así, la sociedad la va asimilando hasta convertirla en jerga común. “Yo te voy a hablar claro así de una, la gente piensa que uno habla feo y no es nada de eso, ¿me entiendes? Nosotros hablamos como nos crían allá en el barrio. Es como un mecanismo de defensa, en el barrio uno tiene que hablar así porque si no se le montan por el venoso a uno y esa vaina es burda de chimba”, declaró Jordy Martínez un joven estudiante de parasistema que pertenece al movimiento urbano de los Tukki de la zona del Valle.

Otro componente digno de estudio es el de la penetración de los celulares en las cárceles, ya que establecen puentes de interacción entre la cárcel y la dinámica social. Prácticamente cada reo tiene un teléfono celular de última generación 3G con el que libera su voz. “Ya hay hasta Blackberrys, los tipos tienen hasta twitter y facebook, eso es un locura. Hay uno que está en la cárcel de San Antonio en Margarita que vive mejor que uno, hacen fiestas allá adentro que la gente paga para entrar. ¡Claro vale! hasta el New York Times sacó un reportaje y todo que se llamó: Una cárcel donde los prisioneros pueden hacer de todo, excepto fugarse. Plomo y listo, tu sabes plomo es plomo y bórralo eso es así”. 

La interacción real y virtual de dos mundos, el de la cárcel y el de la calle, genera un lenguaje dinámico propio que se fusiona, influye y transforma en el tiempo. Así, se convierte en la jerga mutante de la cultura común juvenil urbana, como vehículo de supervivencia y adaptación social.

Así hablan:

√ Pendiente y ritmo: Estar bien alerta.
√ Amotinao: Rebelde, sublevado, desobediente.
√ Habla claro, corto y preciso: Decir sin tapujos lo que tienes que decir en ese momento, porque estás comprometido.
√ Aplique: Molestia constante, opresión ejercida contra otro, usando la fuerza o el chantaje.
√ El que lleva el carro: Es el que lleva el mando y domina un pabellón.
√ Para pan pan: Un tiroteo.
√ Vela para que no te velen: Cuando muestran el arma e insinúan que la veas para que no te vayan a velar por tomar el camino equivocado.
√ Comerse la luz: Hacer lo indebido, no hacer caso a los códigos de respeto.
√ Convive: Tu compañero, que comparte la misma celda.
√ El mío: El reo que es abusado de manera constante para saciar sus deseos sexuales.
√ Barlovia: Oriundo de Barlovento, Estado Miranda.
√ Lacra: Adjetivo para enaltecer la viveza y dominio de un compañero.
√ Encanado: Estar cumpliendo condena dentro de la cárcel.
√ Cartelua: Espectacular
√ Chiguiriado: Estar sometido o el sinónimo de Chimbo, balurdo, no tienes vida, arranca de aquí, gallo, venado.
√ Ganso: Responsabilidad de algún acto o hecho. Culpa.
√ Cambalache: Cambio, intercambio o negocio.
√ Soy es yo, soy es malo, yo mismo soy: manera como se anuncian los que tienen el poder en sus manos.
√ Pire: Fuga, evasión, escape “a la vía”.
√ Voltear: Habilidad para pelear.
√ Trona, voladora: Estado de drogadicción: Euforia posterior al consumo de drogas; metáforas, se refiere al aire.
√ Sapo, pajuo: Soplón, chismoso, que “echa paja” o “canta”.
√ Mosquear: Vigilar, hacer seguimiento a personas, casas y negocios.
√ Candela: Bravo, fuerte, arrojado, duro.
√ Coba: Mentira por excelencia.
√ Chamba: Ocupación, trabajo.
√ Cómica: Molestia jocosa, gestual o verbal, vacilón.
√ Vía: La calle, el mundo, por extensión: la libertad y la vida, lo abierto, lo flexible, el azar, las posibilidades.

jueves, 2 de junio de 2011

UCV como plataforma política


Entre el activismo y la academia

En la UCV abundan los líderes estudiantiles. Su quehacer político traspasa las fronteras de la universidad. Muchos coinciden en que el activismo reduce el tiempo que le dedican a su carrera y por ende su rendimiento en clases. Especialistas aclaran que el desempeño académico viene dado por factores motivacionales y que es cuestión de establecer prioridades 

Andrea Blanco

En el imaginario común de la población de la Escuela de Estudios Políticos de la UCV se sabe de antemano que en periodos de campañas electorales internas o externas, disminuye la asistencia del alumnado a sus clases, y con ello baja el promedio de la Escuela. Sería como ver en un gráfico una línea recta, que cuando hay elecciones desciende en picada y cuando no las hay, sube. Allí el promedio académico general depende de la situación política.

Como en el país, en la Universidad Central de Venezuela la polarización política es una realidad. Sin embargo, el elemento ideológico no resulta determinante a la hora de evaluar si un líder estudiantil está cumpliendo exitosamente con sus obligaciones académicas o no. María Huguet, especialista en rendimiento académico, explica que tampoco lo es su situación socioeconómica o su coeficiente intelectual, como se suele pensar. “De acuerdo a la bibliografía nacional e internacional, los principales factores que inciden en el rendimiento académico de un estudiante son los aspectos motivacionales: la necesidad de logro, la responsabilidad, los hábitos y técnicas de estudio, la gerencia del tiempo y la preparación académica con que venga el estudiante de bachillerato”. 

Un grupo de líderes estudiantiles coincide en que efectivamente la actividad política afecta significativamente su vida académica. Luken Quintana, consejero de Facultad en Ingeniería y simpatizante de Acción Democrática, asegura que el consumo de tiempo es muy grande. Raúl Cañizalez, presidente del Centro de Estudiantes de Trabajo Social y miembro de la juventud del PSUV, afirma que a la política se le dedica más tiempo. “No me dedico a mis actividades académicas como hacía antes, cuando no tenía las mismas responsabilidades que tengo hoy”. 

Por su parte, Enver Conde, consejero de Facultad y presidente del Centro de Estudiantes de Comunicación Social, dice que ha tenido que disminuir la carga que inscribe semestralmente. “Estoy en la Escuela desde las 8am hasta las 9pm, y los fines de semana desde las 6am hasta las 11 o altas horas de la madrugada en actividades de calle. Trabajo en la dinámica de la Mesa de la Unidad”. 

“Ciertamente hay un riesgo, un peligro, de que tantos compromisos nos lleven a descuidar la universidad, pero si hay responsabilidad y organización, se logra”, asegura Kevin Ávila, Secretario de Asuntos Nacionales de la FCU y Consejero de Escuela de Trabajo Social. Sin embargo, añade que en tiempos de campaña, es complicado llevar las actividades académicas y las relaciones interpersonales.

Quintana, líder estudiantil de ingeniería, afirma que ha tenido que hacer un esfuerzo grandísimo para recuperar lo que se pierde de tiempo, pero que conoce muchísimos casos de personas que por estar involucradas en actividades políticas o de otro tipo en la universidad pierden asignaturas, aplazan, y les toca repetir varias veces la misma materia. 

Su Motivación. Muchos de ellos ya vienen con la inquietud de hacer activismo estudiantil, otros se incorporan en el camino. Kevin Ávila, también ex candidato al Parlamento Latinoamericano, confiesa haber entrado a la universidad con la intención de participar en política. “Ya yo venía con algún acercamiento, ingresé a la UCV e inmediatamente busqué participar”.

Quintana cree que hay, y entre esos se cuenta, bastantes personas en la universidad que tienen un interés adicional, más allá de estudiar, por generar cambios en su entorno. Considera que en la universidad y en general en la vida, la política es el único camino para realmente poder participar en la toma de decisiones y para que se vea reflejada la visión de mundo que uno tiene en la realidad.

La inquietud por hacer política que tienen estos jóvenes, en la mayoría de los casos, traspasa las fronteras de la universidad, por ello desde ahora son miembros o simpatizantes de partidos políticos y hacen trabajo de calle. Miran la política como su estilo de vida y la palpan como su presente y su futuro.
Huguet, quien es también profesora en la Facultad de Ingeniería, asegura que debe haber un equilibrio. “Es una escogencia personal que para un estudiante universitario la política tenga más peso que la academia, claro, siempre y cuando las actividades estén balanceadas”.

La especialista explica que los estudiantes que incursionan en política, empleando el concepto de McClelland, son personajes altos en poder. De acuerdo a este autor hay dos clases de poder, el personalizado, es decir, que lo poseen los líderes que usan el poder para proyectarse, manipular a los demás y alcanzar las metas individuales y el poder socializado, a través del que se busca ejercer el liderazgo para obtener beneficios colectivos, para mejorar o cambiar algo para el bien común. De acuerdo a los estudios llevados a cabo por el Doctor en psicología, Romero García, a finales del siglo XX, el venezolano adulto se caracteriza por poseer “poder personalizado”. Esta característica también la encontró la profesora Huguet hace unos años en el perfil de un líder estudiantil que después de ocho años en la universidad seguía en el ciclo básico de ingeniería.

Comodín y plataforma. La coordinadora de los profesores consejeros de la Facultad de Ingeniería, Luisa María Ríos, a lo largo de su carrera se ha topado con varios casos de líderes estudiantiles que acuden a ella porque sus deficiencias académicas los han llevado a caer en los regímenes de permanencia de la universidad.  Ella sostiene que lo común es que estos estudiantes tarden más del tiempo necesario para graduarse y que es un caso raro ver que un líder estudiantil se gradúe rondando el tiempo que dura su carrera.

Huguet ha sido también profesora consejera y afirma que un líder estudiantil debe ser un modelo de buenos valores, ser estudioso, responsable, y que los estudios sean un elemento preponderante en su vida, no que utilice la universidad como un comodín, como una plataforma, o para tener el estatus de estudiante universitario. “Si un estudiante se va a meter a político, que lo hemos visto y seguimos viendo, y va a pasar 7, 8 y 10 años en graduarse, ¿qué es lo que está haciendo? Yo lo incitaría a que reflexionara”.

Los estudiantes ucevistas que hacen política universitaria están conscientes de la importancia que recae sobre su desempeño académico. Esto se ve reflejado en la similitud de los discursos, en el afán por dar explicaciones sobre su rendimiento, que en muchos casos no se corresponden con sus récords académicos. Ellos saben que deberían ser un modelo a seguir.  

Hay variedad de casos: los que permanecen en una carrera, los que se cambian a otra escuela, los que inscriben dos materias por semestre, los que a la larga dejan la política y logran graduarse, los que dejan la universidad y por supuesto los que son capaces de llevar ambas actividades armoniosamente. Sin embargo, no debe olvidarse que durante la estadía de estos jóvenes en la UCV están en juego importantes factores como el cupo que utiliza en esta casa de estudios, que bien podría ser empleado por otro estudiante con genuinos intereses académicos, el dinero de sus padres y la inversión del Estado.

El jefe de Control de Estudios de la Escuela de Estudios Políticos, Gustavo Márquez, asegura que es raro que alguno abandone la universidad porque les conviene más estar dentro. “A los partidos políticos, de ambos lados, les conviene tener dirigentes en la universidad”.

Como explica Ríos, varios de los líderes estudiantiles a los que les ha servido de profesora consejera “se han dejado de eso”, (esta expresión referida a sus actividades políticas), y así han logado finalmente avanzar en la carrera hasta graduarse. Otros no han seguido ese camino, y continúan en la universidad a pesar de ya tener alrededor de 10 años liderando movimientos estudiantiles y transitando los pasillos de esta Alma Mater.