En el país no existen estadísticas de hombres maltratados
Los agredidos se abstienen de denunciar por verguenza. Muchos de los afectados prefieren no acudir a terapias psicológicas y para solucionar el problema, terminan la relación. Existe un vacío legal pues la ley sólo cataloga un delito como violencia doméstica cuando el hombre maltrata a la mujer. No cuando sucede al revés
Erick Lezama
Cuando Eduardo* se despertó y se paró frente al espejo quiso llorar. No sabía qué hacer al percatarse de que esta vez su esposa había ido mucho más allá: tenía rasguños en los cachetes, un hombro con hematomas y le costaba mover un brazo. Al dolor físico que sentía, se sumó un profundo dolor moral. “¿Y qué digo en el trabajo cuando me pregunten? ¿Que mi mujer me pega? será para que me `jodan´ el resto de mis días. ¿Qué me invento? Seguro hasta los vecinos escucharon”, pensó.
La pelea comenzó cuando él llegó a su casa. “Me había quedado hasta tarde en la oficina y por eso ella estaba brava”. Cuando abrió la puerta su esposa estaba preparada con un bate. “Estaba histérica y cuando le dije que se calmara sentí un batazo en el hombro. Luego se me fue encima, me arañó toda la cara y me golpeó”, recuerda en voz baja. “Es que la verdad a mi aún me da pena, eso ha sucedido en cuatro oportunidades, he pensado en denunciarla, pero no me atrevo. Yo la quiero”.
Leyes y hombres agredidos. En Venezuela es incorrecto hablar de violencia doméstica cuando una mujer agrede a su pareja. Héctor Tovar, receptor de denuncias de la Jefatura Civil de Caricuao, asegura que la legislación venezolana sólo estipula la violencia doméstica de un hombre a una mujer. Explica que por ello se procede de manera diferente en caso de que se denuncien casos de agresiones en el hogar: “Cuando se trata de violencia hacia la mujer se abre un procedimiento penal, se dictan medidas a favor de la mujer y se remite al agresor a un Fiscal del Ministerio Público, según lo establecido en la Ley Orgánica sobre el Derecho de la Mujer a una Vida Libre de Violencia. En el caso de que el agredido sea el hombre, se firma una caución conciliatoria para que se respeten”.
|
Ana Julia Rodriguez, quien agredió a su ex pareja, reconoce que en algún momento se aprovechó de su condición de mujer. “El no iba a hacer nada, sabía que no me podía pegar, no era violento, sólo me decía que me quedara quieta, que no fuera violenta”, recuerda. Asegura que lo hacía conscientemente: “Él quería hacer lo que le daba la gana y yo le daba golpes. Me decía que nunca me iba a pegar, pero mientras me buscaba yo sí le daba. Yo sabía que no iba a decir nada porque le daba pena.”
La abogada Ana Niño señala que la violencia debe ser atacada desde una perspectiva más amplia. “Es una postura machista dotar de protección sólo a la mujer. Significa reconocer que ella está en situación de minusvalía, que el único que puede agredir es el `macho´, y eso es desconocer que la mujer también es capaz de acumular agresividad y materializarla”.
Eduardo no está consciente del vacío legal del que hablan los expertos, pero sabe que por ser hombre las instancias de protección a la víctima no le prestarán atención a su problema. “No quiero denunciarla porque la quiero, y porque seguramente ella llorará y no me harán caso”, asegura convencido de no ir a una Jefatura a denunciarla.
En Venezuela hace cuatro años la situación era diferente: la Ley de Violencia contra la Mujer y la Familia, derogada en 2007, sí le brindaba protección al hombre como parte del entorno familiar. En aquella ley se establecían deberes y derechos igualitarios para los cónyuges, pues tenía como objetivo fomentar el buen trato en todos los miembros del núcleo familiar.
No hay instancias de protección al hombre. Las estadísticas de violencia intrafamiliar presentadas por el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas en 2005 señalan que los tipos más frecuentes de violencia doméstica en el área Metropolitana de Caracas son la psicológica y la física. En ese estudio, sin embargo, no se aprecia cuántos casos de violencia hacia el hombre se registraron.
Actualmente no existen cifras oficiales que den cuenta de la situación de la violencia hacia el hombre. Organizaciones como Avesa y Plafam, dedicadas a la planificación familiar, tampoco llevan datos precisos de la violencia al hombre: en Plafam, donde existe un programa de violencia basada en género, presumen que en materia de violencia intrafamiliar hay 5% de hombres agredidos.
Para Ana Niño se trata de un círculo vicioso: no hay estadísticas dado que no hay instituciones que se dediquen a ayudar al hombre, y no hay instituciones porque no se puede comprobar estadísticamente que la violencia intrafamiliar hacia el hombre ocurre.
Sin embargo, en algunas regiones venezolanas se ha notado un incremento en las denuncias de hombres agredidos: en Maracaibo, por ejemplo, en lo que va de año se han registrado 15 denuncias de hombres maltratados por sus esposas, mientras que el año pasado se registraron 10.
Incluso, en algunos países se han dado manifestaciones en contra de esta problemática: en Panamá, en el 2007, se llevó a cabo una caravana encabezada por el alcalde de la localidad, en la que hombres aseguraban ser agredidos por sus esposas. En Ámsterdam, Holanda, funciona desde 2008 un centro de atención al hombre agredido, que surgió por el aumento de casos de violencia al género masculino.
Eduardo está convencido de que esta situación es poco común. “Yo he llegado a pensar que esto nada más me pasa a mí, que el único ´pendejo´ que está en esto soy yo. Si sigue así nos tendremos que separar. Es que es muy celosa”.
Ayuda psicológica. La psicóloga Virginia Álvarez asegura que a su consulta no acuden hombres agredidos. “Ir a una consulta psicológica o denunciar la agresión implica mostrar una vulnerabilidad, en este caso a la masculinidad y lo que ello significa en la sociedad”.
La experiencia de la psicóloga Patricia Valderrama es similar. “Es muy poco probable que un hombre acuda a terapia, pero trabajando en casos de parejas han salido a relucir casos de violencia de la mujer al hombre o de violencia bidireccional”, asegura.
Según Valderrama lo correcto es hablar de violencia doméstica y no de violencia hacia la mujer, pues cree que generalmente la violencia doméstica hacia la mujer se inicia con agresiones de ella hacia el hombre y por tal motivo tiene su cuota de responsabilidad. Álvarez difiere y piensa que el único responsable en una situación de violencia es quien agrede.
Son diversos los mecanismos terapéuticos que existen para solventar situaciones violentas. Valderrama dice que lo importante es que el afectado aprenda a poner límites y a tomar decisiones. Álvarez agrega que también es necesario considerar que algunos casos podrían estar relacionados con problemas neurológicos que tienen su manifestación en la agresividad. Ambas expertas coinciden en que es posible generar cambios en la relación de pareja trabajando sólo con la persona que agrede.
Álvarez dice que lo más alarmante es que quien agrede tiene historia de ser agredido. Es decir, que un niño que crezca en un ambiente de violencia seguramente repetirá este patrón posteriormente, lo que conlleva a una sociedad más violenta. El informe anual de Cecodap, del 2009, refleja que uno de los tipos de violencia que afecta determinantemente la conducta de los niños, niñas y adolescentes es el intrafamiliar.
Eduardo sabe que los problemas de pareja no son un buen ejemplo para sus hijos. Ellos se han convertido en su motivación para no incrementar la violencia en el hogar. “Lo que a mi más me preocupa de la situación de violencia en mi hogar es que los chamos pueden ver. Por eso yo me contengo y no le pego”, dice.
*Se utilizó un nombre falso para proteger la identidad del testimoniante