viernes, 27 de mayo de 2011

Las librerías venezolanas en el ocaso

El mercado literario sufre una de sus peores crisis

Las dificultades se ciernen sobre las librerías venezolanas. Tras el cierre de la emblemática librería Lectura, se hace aún más evidente la crisis del sector. Las causas son diversas y tocan a la puerta de las librerías tradicionales que quedan en pie. La coyuntura sugiere un diagnóstico

Vanessa Gil

La librería Lectura, ubicada en el Centro Comercial Chacaíto, contaba con una historia de casi sesenta años de albergar más que libros. Hoy sus puertas permanecen cerradas. La capital se ha quedado sin una de sus librerías más emblemáticas, y no es la única que ha cerrado sus puertas. La librería Macondo, también ubicada en el C. C. Chacaíto, igualmente llegó a su ocaso. Libroria y La France se preparan para cerrar sus puertas. El panorama no es favorable. El sector sigue declarándose en crisis mientras que la pregunta por el futuro de las librerías tradicionales venezolanas resuena con fuerza.


Walter Rodríguez, librero insigne de este establecimiento llegó a Venezuela por el año 1970 para administrar la librería Lectura, gracias a cierta popularidad de la que gozaba en Montevideo, Uruguay, su país natal, y desde luego, a sus conocimientos sobre el vasto mundo de los libros. Su estadía sería temporal, pero Venezuela logró seducirlo de tal manera que decidió quedarse y aún reside en el país. Su relación con los libros es más un estilo de vida que otra cosa. Sin embargo, hoy lamenta el cierre del lugar que le trajo tantas anécdotas y satisfacciones.

Ni “ratones” ni divisas ni novedades. En 2008, gracias a la resolución del Ministerio Popular de Industrias Ligeras y Comercio (Mppilco), los libros abandonaron la lista de bienes prioritarios para recibir divisas por parte de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) sin el apremio de realizar el antipático trámite de obtención del Certificado de No Producción. Esto según lo promulgado en Gaceta Oficial Nº 38.882 de marzo de ese año.

A ese hecho se suman otros como los altos costos de los alquileres y la disminución de aquellos lectores a los que Walter Rodríguez de Lectura se refiere como “ratones de librería”: un grupo de lectores conformados, en su mayoría, por profesores universitarios, gente de clase media, “grandes compradores a los que ahora el sueldo no les da”. Según él las nuevas generaciones no compran como se compraba antes.

El aumento de los precios está aunado a esa dificultad para la obtención de divisas necesarias para la importación. Los trámites para conseguir los permisos necesarios, como el Certificado de No Producción, son engorrosos y llevan mucho tiempo. “Por el tema de las divisas también se han encarecido los libros. Hay gente que se ve obligada a importar a través del dólar libre y eso afecta los precios. Para el público no es fácil pagar precios tan altos por un libro cuando la situación está difícil”, dice Antonio Morales, regente de la librería Alejandría III, quien tiene quince años de experiencia en el oficio y cuyos comienzos fueron de la mano del mismo Walter Rodríguez en la hoy cerrada librería Lectura. Estima que el aumento de los precios ha sido de un 30% y eso causa que la gente compre menos libros. Tampoco deja de lado la inflación que, indudablemente, ha afectado el bolsillo del venezolano. Para Ignacio Alvarado de la librería Libroria, ésta es la verdadera causa de que las ventas disminuyan: “los precios son los de siempre, lo que pasa es que estamos más pobres”.


Pero el asunto de las divisas también ha traído como consecuencia que la oferta editorial haya mermado. En tal sentido, Andrés Boersner, quien se encarga de la Librería Noctua desde hace 28 años, afirma que los libros no llegan con regularidad al país. “Los que llegan lo hacen con un atraso de, por lo menos, seis meses”, dice.

“Las divisas que le otorgan a la editorial son muy pocas y ellos traen solo lo puntual, lo que se vende. Anteriormente podrías traer mayor variedad”, asevera Morales de Alejandría III.

Por su parte, Ignacio Alvarado de Libroria estima que al país no llega “ni un 10% de las novedades”. Lo mismo admite Iván Diéguez, actual presidente de la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), al afirmar que los trámites para la obtención de las divisas no permiten que las novedades lleguen oportunamente al país. Según Diéguez, Cavelibro sostiene ante el Ministerio Popular de Industrias Ligeras y Comercio (Mppilco) que los libros, por ser un bien prioritario, no deberían tener la necesidad de una Certificación de No Producción y asevera que, desde que en el año 2008 se impuso esta medida, han estado trabajando para que sea levantada.

Considera que esto se debe en parte a la creencia errada por parte de algunos sectores de que, al evitar la llegada al país de libros desde otras latitudes, esto incrementará la producción nacional. En un estudio presentado el año pasado a dicho ministerio, se demostró lo contrario: al haber mayores niveles de importación hay mayores niveles de producción nacional. “El libro se ve sometido a esta disposición luego de que dos empresas ajenas al sector del libro hicieran uso indebido del código arancelario para hacer importaciones. Lamentablemente, pagamos justos por pecadores”, dice Diéguez.

La Comisión Especial de Cavelibro ha sostenido reuniones con diversas instancias como Cadivi, el Ministerio de Cultura, el de Educación y con el Mppilco, con el fin de solventar esta situación. “Lo que perseguimos es hacer ver que nuestro sector cuantitativamente demanda muy pocas divisas en comparación a la totalidad de divisas de la nación. Pero ese porcentaje en apalancamiento cultural y social es enorme. Adicionalmente, hay que aclarar que los libros que se importan son libros para la formación”.

Sin embargo, el presidente de Cavelibro, contrario a la opinión de muchos, considera que los venezolanos cada día leen más. Para él el tema de los precios tiene varias aristas: “por un lado, el hecho de que los insumos necesarios para la producción nacional de libros se haya colocado en un valor de 4,30 bolívares fuertes por dólar repercute en el alto costo de la impresión en el país. También se dio un incremento en los libros de 2,60 a 4,30 BsF por dólar. Además hay que tener en cuenta que no todos los importadores de libros en Venezuela optaron a partir de 2008 por el sistema Cadivi. Una inmensa mayoría optó por hacer importaciones a través de otros mecanismos –legales en su momento- como el  Sitme o las bolsas de valores. Eso produce una variación de precios en el mercado”.

El sector sigue declarándose en crisis y a pesar de las reuniones sostenidas por la Cámara Venezolana del Libro con el Mppilco es poco o nada lo que se ha logrado. Las consecuencias de la medida no solo las padecen las empresas, también los lectores. La anterior presidenta de Cavelibro, Yolanda Cagides, mencionaba al diario El Nacional semanas después de que la medida en relación a las divisas fuera tomada que la dinámica editorial es muy rápida y que por ello, entre otras razones, en casi ningún país del mundo existen restricciones para la circulación del libro.


El panorama a futuro. Con un escenario desalentador, al que se suman los costos elevados de los alquileres de los locales –razón principal por la que se da el cierre de Lectura-, la pregunta sobre el futuro de las librerías tradicionales o especializadas precisa una respuesta.

Antonio Morales es optimista: “estamos pasando un momento sumamente difícil pero esto puede ser algo transitorio”. No es así en el caso de Ignacio Alvarado de Libroria, quien ha decidido mutar su librería a un formato virtual pues económicamente le resulta más rentable, lo que significará el cierre de la también emblemática librería de Las Mercedes. Los precios del local fue una de las razones que lo llevaron a tomar esta decisión.

“El alquiler es un problema. Estar a la altura de lo que es el comercio, del movimiento de dinero es difícil. Cuando en otros rubros hay un crecimiento de 30 y 40% anual, nosotros no tenemos ese crecimiento. Entonces muchas veces viene  el estancamiento y llega el momento en que ya no puedes hacer frente al alquiler. La librería Lectura tuvo que cerrar porque el alquiler era muy alto. Macondo, de Pedro Pérez, también tuvo que cerrar porque el alquiler era demasiado alto. Los costos de mantenimiento han subido mucho y han subido más que el crecimiento del mercado”, señala Andrés Boersner de Noctua.

No obstante, si las librerías tradicionales cierran y otras se mudan a la web, el oficio del librero también se ve amenazado. Boersner explica que el cierre de algún espacio siempre es lamentable. En el caso de las librerías que han cerrado en los últimos años, alega que se trataba de librerías de auténticos libreros calificados: “hemos tenido tres pérdidas importantes en estos últimos dos años: Raúl Bethencourt de Suma, Sergio Alves de Divulgación y ahora Walter (Rodríguez) de Lectura. No es nada fácil ni aquí ni en ninguna parte conseguir libreros así. No es solo la librería, es también el librero. Tanto así que pareciera que, cuando se muere el librero, también muere la librería”. Sin embargo, el librero de Noctua piensa que siempre va a haber alguien que oriente al lector, por lo que la figura del librero es importante.

Ignacio Alvarado de Libroria no duda en decir que el oficio de librero y las librerías tradicionales carecen futuro, perspectiva que concuerda con la del Nobel de economía Gary Becker al afirmar que las librerías tradicionales están condenadas. En parte, argumenta Alvarado, porque los lectores se adaptarán a las nuevas tecnologías como el e-book y el libro impreso desaparecerá: “el destino de las librerías es desaparecer, es cuestión de tiempo. Si hay un aparato realmente cómodo y que te satisfaga en todo: en el tamaño de la letra, en la iluminación, el contenido, el precio, ¿por qué no vas a leer ahí? ¿Por que habrías leer en papel si es más barato, menos espacio, toda la biblioteca en un solo aparato?”. Asegura que el cierre de algunas librerías no lo ha tomado por sorpresa: “la gente que sabe lo veía venir”.

Pero para Andrés Boersner esto depende del mercado de cada país: “una cosa es el mercado en el primer mundo, otra en el mercado venezolano. En Estados Unidos ha entrado muy fuerte el e-book en más del 25%. En Francia y España es apenas el 1%. Amazon vende más libros en e-book que tradicionales. En Estados Unidos va acelerado; en los demás países no. Va a crecer, va a llegar a su nivel, pero ambas cosas se complementan, además, queda mucho tiempo por delante”.

El librero celebra la presencia de las nuevas tecnologías, pero no cree en la desaparición física del libro. Tampoco cree en ello el presidente de Cavelibro, Iván Diéguez, quien da importancia a la promoción de la lectura más que al formato en que se dé.

La librería Lectura también continuará sus ventas a través de la web: “tengo una distribuidora de libros y una editora, voy a distribuirle a las librerías y seguiré vendiéndole a las universidades y bibliotecas y sobretodo en las ferias”, indica Walter Rodríguez. El uruguayo lamenta que no haya una generación de libreros de relevo. A esto también hace referencia Iván Diéguez al apostar por la formación de los nuevos libreros como medida para preservar la vida de las librerías tradicionales: “la gran diferencia entre una buena o mala librería la hacen los libreros, ellos son quienes inician, orientan y documentan a los lectores”.

A pesar del cierre de Lectura y los altibajos del negocio editorial y aunque no duda en afirmar que el libro está resentido, Walter Rodríguez, de la hoy desaparecida librería Lectura ofrece una apuesta optimista hacia los libros: “Aquí el único personaje que manda es el libro. Las librerías seguirán existiendo y el libro siempre va a vivir”.

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