martes, 21 de junio de 2011

El código mutante de la jerga carcelaria

El “malandreo” permea el vocabulario común de los jóvenes urbanos

Aun cuando desconocen sus significados y de dónde provienen, los jóvenes de la cultura urbana lo utilizan como modo de expresión y búsqueda de aceptación social. Una especie de código Lingüístico propio que tiene su génesis en la decadencia carcelaria y en la calle de los barrios como lenguaje dialogístico de supervivencia e identidad.
  
Gerhard Weilheim

Tras el portón principal de barrotes desgastados por el tiempo, la entrada presenta el infierno con un grafitti a marcador, mal puesto y bien criminal, que dice: Bienvenidos a la legión del mal. Esto fue lo primero que se topó Carlos “Budu” Pérez cuando visitó La Planta. “Medio palo. Cuando tu llegas y lees eso, tú dices: mire mi amigo aquí esta mierda se hizo pa´ los hombres. Allí tienes que estar preparado para todo, estar preparado mentalmente para llegar allí y morirte. Si el tipo que lleva la luz, el mismo que lleva el carro allí adentro, te dice que tienes que hablar claro, tienes que hablar claro en ese momento. Todo en la prisión, hermano, es comprometedor”.

Humberto Padro, abogado penalista
Según Humberto Prado, abogado penalista, director del Observatorio Penitenciario especializado en el área de Derechos Humanos, las cárceles no son un mundo diferente al nuestro, lo que pasa es que allí hay una cultura totalmente diferente a la de la sociedad civil. “Y cuando se habla de la forma de comunicarse, los estilos, la expresión verbal y corporal, cada penal se comunica de una manera diferente no solamente en el lenguaje directo, entre ellos, sino que también desde lejos de un anexo a otro. Por ejemplo con un aullido o mediante el movimiento de las manos con paños. Cada uno de ellos sabe qué quieren decir”.

El que entra a prisión debe saberse conducir para no comerse la luz, comenta “Budu”, quien conoce de cerca a varios “convives encanados” que son voceros de esta subcultura urbana. “Cuando llegas a la prisión tú no tienes que estar viendo lo que tú no tienes que ver, hay que saber hablar y estar concentrado en lo tuyo. Hay mucha gente que habla y se compromete, la palabra allá adentro es una vaina que se respeta burda y por eso ha muerto más de uno”.

Los jóvenes trasgresores en búsqueda de aceptación social tienen un código que los identifica como grupo. Según la Dra. Giovanna Aquino, Jefa del departamento de Lexicografía del Instituto de Filología “Andrés Bello”, esta forma de expresarse es propia de cualquier grupo social en el que la supervivencia depende de la unión. “En este caso, los reos en las cárceles crean un código secreto para que los que estén del lado de afuera no los entiendan, le dan a las cosas un nombre que solo ellos pueden entender. Ahora, cualquier código secreto tiene una vida efímera porque se va permeando una vez la gente va saliendo de allí, los familiares escuchan, los policías escuchan y poco a poco eso se va colando”.

Esa manera de hablar llega a las calles y es adoptada por grupos de jóvenes como jerga y modismos. Por lo general están cargados de sentimientos antiestablishment que les sirve como agente de socialización. Su manera de expresarse y sus pautas de comportamiento los identifica con lo que es su versión de los valores y antivalores. “¿Por qué llega a los jóvenes y no a personas de cualquier edad? Fundamentalmente, porque los jóvenes se especializan ancestralmente por crear un código propio que los diferencie de los adultos, en la época de la adolescencia los muchachos quieren ser diferentes y por querer ser diferentes son todos iguales pero diferentes al resto”, argumentó la Dra. Aquino para entender ese fenómeno.

La diferencia de la jerga de la calle es que tiene un código propio, pero no necesariamente secreto, ya que es compartido por mucha más gente y puede ser utilizada por personas dentro y fuera del barrio, así como entre un barrio y otro. Mientras que el código secreto carcelario no se puede compartir porque deja de ser secreto, ellos tienen que comunicarse de manera que el resto no los entiendan. 

Algunas de las armas que acompañan al verbo
Bajo la óptica de Prado, el modo de hablar de la subcultura carcelaria viene de diferentes partes. Los modismos utilizados en las barriadas se construyen con la influencia de inmigrantes de Colombia, Ecuador, Bolivia, El Salvador, México y otros países, mezclándose en un lenguaje común latinoamericano. “Tú por lo menos vas al barrio de las Malvinas del Valle y te encuentras allí un lenguaje muy común. En San Agustín del Norte, en Marín o si te vas a la Bombilla en Petare, encuentras otras maneras de expresarse y precisamente cuando todos esos grupos convergen internamente dentro de una cárcel, entre todos van armando un lenguaje propio”. 

Visitas entran, visitas salen. Allí la gente no puede estar hablando libremente y todo se maneja por códigos que van cambiando una vez descubren sus significados. “Hay llamados que tienen que ver con la comida, cuando ingresa La Guardia Nacional, La Guardia Civil o abogados, ellos tienen un llamado para que todo el mundo esté alerta de quién está entrando a las instalaciones”. Para ellos, Culebra es la Ley del más fuerte. En esa representación los arquetipos relacionados con la muerte, el respeto, la amistad, el amor, el futuro, las creencias en Dios o del bien y el mal tienen un significado totalmente distinto.

Para Mariela Cisneros Estudiante de la Maestría de Lingüística y Profesora de Filosofía UCV el tema de permeabilidad de las jergas entre el barrio y las cárceles se puede explicar ya que la mayoría de los presos vienen de las barriadas de las zonas populares. Y ellos no pueden crear todo un lenguaje, el lenguaje está arraigado en alguna parte. “Me imagino una vez que los presos van entrando se van empapando del lenguaje que utilizan el resto de sus compañeros y van creando sus propios códigos. Es la evolución del lenguaje pero en chiquito y rapidez por necesidad social”. 

Entre tanto, agrupaciones de Hip Hop como “Tres Dueños” y “Guerrilla Seca” se han convertido en embajadores de una movida que se expande como pólvora con líricas develan parte de “código secreto” de la jerga carcelaria.

Carlos Pérez, Budú.
Hoy en día es común escuchar los gritos de cada pabellón en las calles. Hasta hay una changa Tukki que contiene el grito de guerra de uno de los grupos de la prisión “Los Macacos”: ¡Yah, yah, yah… Uhhh! Según comenta Budu, “esa frase la dice ahorita todo el mundo. ¡Claro!, se puso de moda y todo, pero esa la utilizan los tipos dentro de la prisión cuando la vaina está fea, cuando se va a prender un Para pan pan y que venga todo lo que venga”. En la prisión hay otros grupos que se hacen llamar La Corte Negra, Los Maguila, El Barrio Chino y Los Vikingos. “Cuando se va a prender algún problema y la cosa se pone candela, desde su pabellón sueltan el grito de guerra para ir con todo. Por lo menos, los del Barrio gritan burda, así como: ¡Barrio… no somos de juguete y tal, yah yah yah!, son unos gritos bandera”.
Una buena manera de explicar el fenómeno según José Manuel Estévez, Sociólogo en el área de Teoría Social y Profesor de la UCV en el programa Samuel Robinson de la Escuela de Sociología. “Hablar de jergas es algo muy propio de grupos muy pequeños, de sectas o grupos muy cerrados que utilizan el idioma para comunicarse entre ellos. La jerga carcelaria nace para comunicarse entre ellos y evitar que el custodio los entienda. Lo interesante allí es como el idioma se convierte en un elemento dinámico, el preso cuando sale a la sociedad sigue manejando esa jerga y poco a poco la va difundiendo”.

Es difícil rastrear de donde salen determinadas palabras, frases o jergas, ya que tanto el idioma como el barrio son extremadamente móviles. “Tendemos a pensar que el barrio es uno solo y no es así, el barrio tiene una dinámica, hay estratos y clases que se están moviendo. Súmale el componente de inmigración donde es casi natural que las primeras palabras que se aprende un extranjero son las de uso común y las grocerías inclusive antes de dominar el lenguaje formal, porque es el lenguaje que se usa”.
 
Paradójicamente, en Venezuela, este tipo de jerga se utiliza como marca de estatus, a tal punto que se escucha en la música de los diversos movimientos culturales y hasta en la publicidad. Así, la sociedad la va asimilando hasta convertirla en jerga común. “Yo te voy a hablar claro así de una, la gente piensa que uno habla feo y no es nada de eso, ¿me entiendes? Nosotros hablamos como nos crían allá en el barrio. Es como un mecanismo de defensa, en el barrio uno tiene que hablar así porque si no se le montan por el venoso a uno y esa vaina es burda de chimba”, declaró Jordy Martínez un joven estudiante de parasistema que pertenece al movimiento urbano de los Tukki de la zona del Valle.

Otro componente digno de estudio es el de la penetración de los celulares en las cárceles, ya que establecen puentes de interacción entre la cárcel y la dinámica social. Prácticamente cada reo tiene un teléfono celular de última generación 3G con el que libera su voz. “Ya hay hasta Blackberrys, los tipos tienen hasta twitter y facebook, eso es un locura. Hay uno que está en la cárcel de San Antonio en Margarita que vive mejor que uno, hacen fiestas allá adentro que la gente paga para entrar. ¡Claro vale! hasta el New York Times sacó un reportaje y todo que se llamó: Una cárcel donde los prisioneros pueden hacer de todo, excepto fugarse. Plomo y listo, tu sabes plomo es plomo y bórralo eso es así”. 

La interacción real y virtual de dos mundos, el de la cárcel y el de la calle, genera un lenguaje dinámico propio que se fusiona, influye y transforma en el tiempo. Así, se convierte en la jerga mutante de la cultura común juvenil urbana, como vehículo de supervivencia y adaptación social.

Así hablan:

√ Pendiente y ritmo: Estar bien alerta.
√ Amotinao: Rebelde, sublevado, desobediente.
√ Habla claro, corto y preciso: Decir sin tapujos lo que tienes que decir en ese momento, porque estás comprometido.
√ Aplique: Molestia constante, opresión ejercida contra otro, usando la fuerza o el chantaje.
√ El que lleva el carro: Es el que lleva el mando y domina un pabellón.
√ Para pan pan: Un tiroteo.
√ Vela para que no te velen: Cuando muestran el arma e insinúan que la veas para que no te vayan a velar por tomar el camino equivocado.
√ Comerse la luz: Hacer lo indebido, no hacer caso a los códigos de respeto.
√ Convive: Tu compañero, que comparte la misma celda.
√ El mío: El reo que es abusado de manera constante para saciar sus deseos sexuales.
√ Barlovia: Oriundo de Barlovento, Estado Miranda.
√ Lacra: Adjetivo para enaltecer la viveza y dominio de un compañero.
√ Encanado: Estar cumpliendo condena dentro de la cárcel.
√ Cartelua: Espectacular
√ Chiguiriado: Estar sometido o el sinónimo de Chimbo, balurdo, no tienes vida, arranca de aquí, gallo, venado.
√ Ganso: Responsabilidad de algún acto o hecho. Culpa.
√ Cambalache: Cambio, intercambio o negocio.
√ Soy es yo, soy es malo, yo mismo soy: manera como se anuncian los que tienen el poder en sus manos.
√ Pire: Fuga, evasión, escape “a la vía”.
√ Voltear: Habilidad para pelear.
√ Trona, voladora: Estado de drogadicción: Euforia posterior al consumo de drogas; metáforas, se refiere al aire.
√ Sapo, pajuo: Soplón, chismoso, que “echa paja” o “canta”.
√ Mosquear: Vigilar, hacer seguimiento a personas, casas y negocios.
√ Candela: Bravo, fuerte, arrojado, duro.
√ Coba: Mentira por excelencia.
√ Chamba: Ocupación, trabajo.
√ Cómica: Molestia jocosa, gestual o verbal, vacilón.
√ Vía: La calle, el mundo, por extensión: la libertad y la vida, lo abierto, lo flexible, el azar, las posibilidades.

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